Viajar tiene tantos beneficios…
El dinero no da la felicidad y reside en los recuerdos. Esta es la afirmación que se desprende de un estudio publicado en la Journal of Positive Psychology de la Universidad Estatal de San Francisco.
Según indican en la investigación, la clave para vivir alegremente es generar recuerdos en base a multitud de experiencias y vivencias personales, que en muchos casos puede lograrse al viajar y no precisamente comprando compulsivamente o poseyendo objetos materiales.
Desde el punto de vista científico la clave para vivir alegre a través de la gratificación instantánea que obtenemos al adquirir objetos es únicamente pasajera, de tal forma que al crear experiencias que perduren para siempre y podamos recordar logramos invertir en felicidad perdurable.
La felicidad paradójica
Los expertos han determinado en base a una serie de encuestas que obtener un objeto no aporta una gratificación constante, sino que esta se devalúa con el tiempo. Si compramos con el propósito de ser felices muchas de estas cosas terminan por dejar de ser emocionantes debido que los intereses y motivaciones cambian y evolucionan con el paso de los años.
De esta forma, los expertos no critican la posesión como una forma de felicidad puntual, aunque sí como una práctica constante. Las recompensas son necesarias, aunque es la experiencia emocional la que realmente nos aporta el recuerdo memorable, “vivencial”.
El estímulo de lo desconocido
Si lo desconocido es estimulante, la idea es conocer nuevos lugares y lograr obtener experiencias memorables. Viajar implica generar emociones ligadas a vivencias fuera de lo común. Embarcarse en nuevas aventuras (de ahí el impacto del cine) al afrontar nuevas situaciones envueltas en ambientes que nos generen diferentes emociones.
Compartir y romper con la rutina
Viajar implica librarse de preocupaciones y tensiones. La rutina nos obliga a buscar puntos de fuga con el fin de oxigenar la mente disfrutando de compartir una nueva experiencia junto a otras personas a las que otorgamos importancia.
En cambio, el cortoplacismo de ir de compras elimina el deseo de tener algo, una necesidad básica o incluso un capricho, pero no permanece con tanta fuerza como el hecho de viajar, apunta el estudio.